«Kannagara no michi es el flujo de la energía creadora que une pasado y futuro. La capacidad de adaptación del pueblo japonés, cultivada durante siglos y nutrida por la Vía intrínseca del Kannagara, asimila y hace suyas las filosofías y las ideas de otras culturas. El Kannagara es una Vía de intuición que no comporta leyes ni doctrinas del bien o del mal. Se rige, en cambio, por las leyes que gobiernan los fenómenos naturales. 

El Aikido comprende el amor y la protección de todo lo existente. Estas enseñanzas se desarrollaron naturalmente a partir de la idea de una energía original creadora común a todas las cosas.

El conocimiento de la armonía supone experimentar el conflicto. Objetivamente, un conflicto no es ni bueno ni malo; es solamente un puente tendido hacia la creatividad. Hemos de replantearnos nuestras ideas, redondear los ángulos de nuestras tendencias negativas para que el espíritu de lucha se convierta en un espíritu creador y positivo. El estrés y la presión del entrenamiento del Aikido crean una circunstancia que pone en evidencia este espíritu, sometiéndolo, afinándolo.

Son muchos los que escalan el Monte Fuji cada año, pero no todos emprenden el mismo sendero.»

 (Mitsugi Saotome “El Aikido o la armonía de la naturaleza” Editorial Kairós, 1994.)